“Estos violentos habían sido citados para acudir al Cabanyal, y en su mayoría no viven allí. Son jóvenes con ganas de armar ruido.” -Miquel Domínguez, concejal de Seguridad de Valencia-
Ahí está la foto: un cordón policial protege a palos una excavadora que tira una casa. A eso hemos llegado después de que la alcaldesa valenciana, con ayuda del delegado del Gobierno, haya aplicado la vieja receta para doblegar resistencias vecinales: ante un problema, primero legisla, segundo judicialízalo, y tercero conviértelo en un asunto policial.
Lo hemos visto ya en otras ciudades, pues está en el manual básico de cualquier gobernante sin escrúpulos: si los vecinos se oponen a una medida, envuélvelos en esa triple telaraña legislativa-judicial-policial.
Primero, usa tus competencias para modificar leyes y aprobar otras nuevas hasta que aquello que pretendes sea perfectamente legal. En segundo lugar, si los resistentes no se conforman y recurren a los tribunales, estás de suerte, no saben dónde se meten esos infelices: construye un galimatías judicial, mediante denuncias, recursos y peritajes ante diferentes tribunales, hasta poder decir que la justicia está de tu parte, aunque los otros digan lo mismo.
Una vez hayas proclamado que tu actuación es legal y que los tribunales te dan la razón, si pese a todo continúa la resistencia vecinal, conviértelo en un problema de orden público: criminaliza la disidencia (que por supuesto siempre está formada por gentuza radical y violenta que nada tiene que ver con el barrio), rompe unos cuantos cráneos, y verás cómo muchos abandonan la protesta.
Ah, y lo más importante, el ingrediente fundamental para que el guiso cuaje bien: aplica la política de hechos consumados. Sigue adelante con tus planes, no te pares. Si dentro de diez años la justicia acaba dando la razón a los vecinos, para entonces ya no quedará una casa en pie y no habrá quien toque una baldosa de la nueva avenida. Como mucho, tendrás que indemnizar a unos cuantos, o ni eso. Por eso suena a sarcasmo oír a la ministra de Cultura pedir a los vecinos “confianza y tranquilidad” porque la justicia les acabará dando la razón. Pues que esperen sentados, sí. Pero sentados ante la excavadora.
Ahí está la foto: un cordón policial protege a palos una excavadora que tira una casa. A eso hemos llegado después de que la alcaldesa valenciana, con ayuda del delegado del Gobierno, haya aplicado la vieja receta para doblegar resistencias vecinales: ante un problema, primero legisla, segundo judicialízalo, y tercero conviértelo en un asunto policial.
Lo hemos visto ya en otras ciudades, pues está en el manual básico de cualquier gobernante sin escrúpulos: si los vecinos se oponen a una medida, envuélvelos en esa triple telaraña legislativa-judicial-policial.
Primero, usa tus competencias para modificar leyes y aprobar otras nuevas hasta que aquello que pretendes sea perfectamente legal. En segundo lugar, si los resistentes no se conforman y recurren a los tribunales, estás de suerte, no saben dónde se meten esos infelices: construye un galimatías judicial, mediante denuncias, recursos y peritajes ante diferentes tribunales, hasta poder decir que la justicia está de tu parte, aunque los otros digan lo mismo.
Una vez hayas proclamado que tu actuación es legal y que los tribunales te dan la razón, si pese a todo continúa la resistencia vecinal, conviértelo en un problema de orden público: criminaliza la disidencia (que por supuesto siempre está formada por gentuza radical y violenta que nada tiene que ver con el barrio), rompe unos cuantos cráneos, y verás cómo muchos abandonan la protesta.
Ah, y lo más importante, el ingrediente fundamental para que el guiso cuaje bien: aplica la política de hechos consumados. Sigue adelante con tus planes, no te pares. Si dentro de diez años la justicia acaba dando la razón a los vecinos, para entonces ya no quedará una casa en pie y no habrá quien toque una baldosa de la nueva avenida. Como mucho, tendrás que indemnizar a unos cuantos, o ni eso. Por eso suena a sarcasmo oír a la ministra de Cultura pedir a los vecinos “confianza y tranquilidad” porque la justicia les acabará dando la razón. Pues que esperen sentados, sí. Pero sentados ante la excavadora.
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